CUÁNTO CABE EN UNA VIDA
Muchas veces he deseado pasar horas enteras acomodada en un enorme sofá, con un buen chocolate caliente y uno de tantos libros pendientes de leer de mi lista. Pero siempre me ocurre lo mismo, el día se empeña en tener solo veinticuatro horas y el tiempo siempre va relegando estos placeres a un segundo plano. El dichoso tiempo que siempre hace que prioricemos las obligaciones a cualquier otra posibilidad.
Poniéndome
soñadora e irracional, me he dado cuenta de que necesitaría otra vida entera
para todos las cosas que siempre me quedan pendientes.
En esa
otra vida imaginaria, solo haría cosas de mi lista. Empezaría por comprar una
butaca a mi medida para pasar instalada en ella largas tardes, leyendo a
grandes genios como García Márquez o Lorca. Sí, sin duda volvería a leer por
cuarta o quinta vez Cien años de Soledad
y me sumergiría en el surrealismo mágico de Macando, entre mariposas amarillas
y todos los Buendía. Me tomaría un té con Úrsula y debatiría sobre quimeras con
el bueno de Melquíades.
¿Cuánto
cabe en una vida?
Leería
todos los clásicos que pudiera, desde El
Quijote a La Metamorfosis, desde
Kant a Virginia Wolf, desde filosofía a mitología griega con sus retorcidas
historias. Dickens, Ibsen, Saramago, Almudena Grandes, Paul Auster, Stephen
King…
Eso sí,
las mañanas las tendría libres para dar largos paseos tanto si llueve como si
luce el sol, y para escribir en mis propios relatos y proyectos. Pero las
tardes…las tardes se llenarían de libros, de imaginación, de dolor y lágrimas,
de risas y ocurrencias estrambóticas. Serían de sofá, vino y música…
¿Cuánto
cabe en una vida?
Para
descansar la vista, saltaría de la butaca para bailar con buena música. La de
mi adolescencia, el rock cristiano de Stryper, Poison, las Vixen. Me relajaría
con baladas heavies o Alejandro Sanz.
Escucharía mis antiguas cintas de cassette y discos de vinilo en el
viejo tocadiscos. Y de nuevo volvería a saltar por toda la casa escuchando a
Rigoberta Bandini, Alaska o Taylor Swift. Rememoraría mis noches en la disco de
moda bailando con Rick Astley, Madonna, Depeche Mode… Y para volver a relajarme
horas después, meditaría con música clásica de fondo o haría estiramientos con
unas posturas de yoga. Pondría algún podcast de psicología o de poesía, para
hacer divagar a la mente por otros universos paralelos que me llenaran de
inspiración.
Por la
noche sería tiempo de cine. Porque está claro que en esta segunda vida
imaginaria nunca tendría sueño y aprovecharía cien por cien cada uno de sus
minutos y sus segundos. Cada noche, un
clásico: Los hermanos Marx, Hitchcok, Billy Wilder. Y después vería cine de
autor, por supuesto cine español, musicales…Volvería a ver mis pelis favoritas.
Cantando bajo la lluvia, La LaLand, DirtyDancing,
Olvídate de mí, El apartamento, El club de los poetas muertos, Los puentes de
Madison, Cinema Paradiso…Y haría cineforum con mi pareja porque claro, él
también estaría en su segunda vida compartiendo conmigo tantas horas de
listados pendientes.
¿Cuánto
cabe en una vida?
Analizaría
las series que me han marcado. Por sus personajes, su mensaje, las
interpretaciones. Diseccionaría cada gesto o frase recurrente. No faltaría un
segundo visionado de BrakingBad, The
Office, Merli, A dos metros bajo tierra y volviendo a la nostalgia Doctor en Alaska o Playas de China. Y vería por primera vez otras series pendientes.
Y como
después de una vida entera se aprende de los errores, en esta segunda vida
también daría tiempo para ponerme de tiros largos y acudir a todos los estrenos
de cine y de teatro que me parecieran relevantes. Acudiría a las salas de todos
los estilos de teatro que existen: clown, improvisación, musicales por
supuesto, teatro de máscaras, teatro gestual, teatro clásico en festivales como
el de Mérida, teatro de títeres, teatro de objetos…Teatro, lo mío es puro
teatro.
Estoy
segura de que ni con una segunda vida entera dedicada solo a mis listados
pendientes sería suficiente, porque nunca lo es. Además, ¿cuánto cabe en una
vida?
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