EL DISCURSO DE TU VIDA
¿Has pensado alguna vez cómo sería el discurso de tu vida?
Yo sí, miles de veces. Y el otro día al escuchar una noticia sobre Pau
Gasol, volví a hacerlo. No soy muy entendida del baloncesto, pero me gusta como
aficionada. He acudido algunas veces a ver partidos en directo y la verdad es
que el ambiente y el deporte en sí es muy dinámico. Y por poco que sepamos de
deportes, siempre se conoce a los más grandes. Y Pau Gasol lo es. De hecho ha
alcanzado el máximo logro al que puede aspirar cualquier jugador de baloncesto.
Le han retirado su camiseta de Los Lakers
de Los Ángeles y la han colgado junto a otro de los grandes, Kobe Bryant. Esto
significa que quedará inmortalizada para siempre, y que ningún jugador de la
franquicia podrá utilizar su número 16 en el futuro. Todo un honor. El más
grande posible en este deporte, y es para celebrarlo y para estar orgulloso de
ello. Por supuesto, se realizó una ceremonia al respecto y Pau tuvo que dar un
esperado discurso.
Me emocioné mucho al escucharlo, y pensé de nuevo
en lo excitante que debe ser escribir el discurso de tu vida. Me quedó claro
que debe salir del corazón, de las entrañas. Porque es una oportunidad única de
hacerte escuchar. ¿A quiénes incluiría en él y daría las gracias? ¿En qué
situación podría darse un discurso así?
Al recibir un premio Nobel, al ganar un Óscar de
Hollywood, al descubrir un planeta nuevo o un nuevo fármaco que combata el
cáncer, al ser elegido Presidente de un país o de la comunidad de
vecinos…jeje. A lo mejor no hay que ser
tan ambicioso y el discurso de tu vida puede darse en otra situación más
cotidiana. Se me ocurren varias historias.
Otro día de primavera, en plena pandemia, una
enfermera tuvo que dar el discurso de su vida a un paciente de Covid. Tendría
unos sesenta años y tenía mujer y cuatro hijas. Llegaba al final de su vida en
medio de un caos y de una soledad desgarradora. Envuelto en un miedo incierto
mientras se apagaba lentamente y sin poder despedirse de su familia. Aquella
enfermera, Julia, estuvo con él hasta el final. Le acompañó en este horrible
trance y supo darle fuerzas y esperanza. Julia tuvo oportunidad de hacer el discurso
de su vida ante un desconocido, y le ayudó a irse en paz. El agotamiento y la
incertidumbre de los días negros seguirían acechando muchas jornadas más. Pero
ella no podía consentir que su paciente muriera sin más, sin escuchar al menos
una voz que intentara calmar sus miedos. Fue toda una heroína.
También escuché un
relato muy heroico en una manifestación en defensa del medio ambiente, por unos
ideales fuertes como un roble. En una terapia de grupo ante desconocidos,
mientras un hombre explicaba su problema al no poder controlar su ira. Otro
discurso memorable fue en clase de filosofía, cuando el profesor explicó
aquello del mito de la caverna, nunca lo había visto tan claro… Y fue precioso el cuento que aquella madre se
inventó para calmar a su hijo y que dejara de llorar.
No puedo evitar que
se me escape una lágrima al recordar los votos de aquella pareja el día de su
boda, fueron palabras tan sinceras, tan suyas, que daba igual todo lo demás.
Solo se respiraba amor aquel día y en aquel discurso. En sus miradas solo había
complicidad y cariño, de ese tan codiciado y deseado por todos.
Así que por todo
esto, pienso en todos los discursos importantes que he dado y en todos los que
aún me quedan por dar. Recuerdo alguno de ellos con especial cariño. En la
presentación del libro de El Método Figueroa, donde pude explayarme y explicar lo que significaba para un autor novel sacar
su primer libro a la luz. Otro fue en un curso de Emprendimiento, donde tuve
que exponer delante de un grupo de empresarios mi proyecto final, un sueño
sobre un negocio futuro que pronto se hará realidad. Fue bonito recibir el
feedback de la gente y ver cómo gustaba el proyecto, contrastar mis ideas con
la opinión real de la gente. Y recibir sus valoraciones y aportaciones. Uno de
los más importantes que di, fue representando a una actriz frustrada sobre el
escenario. En una obra escrita por mí y donde a través de mi personaje daba un
antidiscurso al recibir un Óscar. En lugar de los típicos agradecimientos,
expuse cómo me sentía de verdad en mi camino hacia la fama, lo solitario que es
cumplir un sueño en el que solo cree una misma.
Vaya, al final sí que
he dado discursos, o más que darlos, los he escrito. Puede que el más
importante de todos se esconda en alguno de mis posts, donde suelo desnudar mi
alma y expulsar a través de las palabras mis sentimientos más profundos.
Lo que sí hay que
tener en cuenta es que cualquier buen discurso debe acabar con un broche de
oro, con una frase final impactante que haga reflexionar y que haga remover a
todos los que estén escuchando. Cuéntame, ¿crees ahora que ya has dado el
discurso de tu vida?
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