EL ORIGEN DE MI NOVELA







  Siempre me ha gustado escribir sobre cualquier cosa que se me pasara por la cabeza o que soñara. Hubo un tiempo en el que los sueños fueron una fuente inagotable de inspiración. Debo tener un mundo interior muy intenso porque es rara la noche que no sueñe algo y que no recuerde lo que he soñado.
Al fin y al cabo, los sueños también son historias inventadas, irreales, llenas de intrigas y en la mayoría de los casos, surrealistas. Pueden ser trasformadas en relatos o cuentos de cualquier género.
Aunque la verdad es que lo que me resulta mucho más sencillo que inventar algo, es escribir cosas que he experimentado por mí misma. Siento que es la manera de expresar mejor cada detalle, aunque sea en boca de otros personajes.
Y así nació la idea de escribir mi primera novela. Todavía no está terminada porque como ya adelanté en otra entrada es un proceso muy complejo y estructurado y hay que darle forma muy lentamente, dejando que las cosas cuajen por sí solas, que se asienten.
La idea de mi primera novela surgió a raíz de un hecho por desgracia real y traumático que viví hace algunos años.
Se trata de la muerte de alquien a quien quería.
Todos sabemos y somos conscientes de que nacemos , vivimos y morimos. Es algo simple y es un círculo que se tiene que cerrar. Pero hay distintas formas de morir, y hay muertes  que se cuelan antes de tiempo, desgarrándote el corazón, dejándote durante un lapsus eterno vacía por dentro, hasta tal punto que no entiendes por qué debes seguir adelante.
Cuando esa persona murió, mi vida y la de mi familia se paralizó completamente. Se trastocó, se detuvo, a pesar de que el mundo seguía girando sin parar.
Nos llenamos de una sensación horrible de impotencia, dolor, lágrimas y odio. Odio mal contenido, odio hacia el mundo, hacia dios, hacia el culpable o la culpable de lo ocurrido si es que se podía encontrar culpables. Nos sumergimos en un estado de agonía y catatonia que parecía no acabarse jamás.

   Fue entonces cuando tuve la necesidad imperiosa de escribir sobre todo lo ocurrido, sobre cómo me sentía. El resultado fue un relato llamado Veintitantos lleno de desgarro y dolor, porque todo estaba demasiado reciente.
Con el tiempo, después de releer y de dejar reposar el relato, se me ocurrió la idea de cerrar el círculo que había abierto. Habían pasado algunos años y la historia aunque igual de dolorosa ya no estaba a fuego en el alma. Se había instalado en mí cómodamente, dejándome llorar de vez en cuando cuando los recuerdos se agolpaban, pero nos habíamos hecho amigas. Esa historia formaba parte de mí y sabía que tendría que contarla tarde o temprano. Que sería una terapia necesaria.

 Veintitantos fue el relato que me ayudó a empezar con la idea fundamental de mi novela: la muerte y sus distintas perspectivas, según los principales protagonistas y según el paso del tiempo. Porque para escribir sobre algo que te ha hecho llorar mares de lágrimas hay que dejar un poco de espacio. Hay que verlo todo con más distancia.
He mezclado historias reales e inventadas, pero el hecho principal de la novela es completamente real y necesitaba expresar mis sentimientos en boca de otros personajes inventados por mí.
De ese modo todo es aparentemente más fácil. Pero sólo en apariencia.
Porque escribir sobre algo que te ha cambiado por dentro, escribir sobre la muerte inesperada de alquien que quieres, no es tan sencillo ni aunque pasen mil años.
Aprovechad todo lo que os pase para expresarlo escribiendo, os aseguro que es una buena cura.
Os iré adelantando fragmentos de mi novela y muchos más detalles pero de momento, os dejo con un pequeño fragmento del origen de todo, de Veintitantos.
En recuerdo de una persona que sé que nos mira desde el cielo.

 


“ …Tampoco estaba en el funeral. Sus ojos perdidos detrás de su amor le recordaron que tendrían que estar ahora de viaje.

En el trayecto hacia el pueblo  pararon a comer algo y a besarse. Ella le echaba mucho de menos porque él estaba siempre viajando y de gira y por fin tendrían unos días sólo para los dos. Durante esos días de vacaciones, dieron largos paseos, contemplaron todo el pueblo desde lo alto del castillo que coronaba la alta ladera, rieron, se relajaron, vieron de noche las estrellas tumbados en el barranco de la casa…y sobre todo, se amaron con tanta fuerza que dolía”

De nuevo esas tres palabras se oían a lo lejos. Malditas palabras que cambiarían la vida de tantas personas. Palabras que nunca quieren oírse: "él ha muerto"
Cómo seguir adelante.
Cómo vencer esta eterna soledad.
Cómo vivir sin la persona que da sentido a tu existencia.
Cómo seguir sin tus sueños. Sin esperanza. Cómo vivir sin poder ayudar a alguien que quieres.
Cómo levantarte cada día sabiendo que no volverás a ver jamás a la persona que amas.
Cómo afrontar que no te volverá a besar, a tocar, a decirte  te quiero.
Cómo vivir sin él. Sin su música. Sin su alegría.
Cómo volver a tener ganas de vivir. De respirar siquiera.
Cómo contemplar un amanecer sin que las lágrimas te ahoguen.
Cómo sonreir sin alma.
Tiempo. Todos coinciden en que el tiempo debe pasar. Debe ayudar a calmar el dolor. Te enseña a vivir con él. Con los recuerdos. Duele demasiado…


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