RETIRO TEATRAL
Mañana
día 27/03 es el día mundial del teatro. Yo no concibo una vida sin cultura y mucho
menos sin una de mis grandes pasiones: el teatro. Así que he decidido en este
post hacer un homenaje a este día recordando una experiencia muy personal que
tuve en un retiro teatral. Y es que no
puedo evitarlo, lo mío es puro teatro.
Me
lo propuso mi compañera de clase. Nuestro profesor de teatro había asistido
años atrás al mismo evento y él nos confirmó que le cambió la vida. Que a
partir de ese retiro teatral decidió dedicarse en cuerpo y alma a ser profesor
y a intentar vivir de ello. Y a pesar de todos los altibajos, terminó
consiguiéndolo.
Al
final, después de darle algunas vueltas, decidimos apuntarnos. Sería en
Granada, en una granja escuela apartada de la civilización, en mitad del campo.
Todo
era muy bucólico. El entorno era idílico, naturaleza, un río a lo lejos, ovejas
y otros animales, las gallinas que ponían huevos frescos cada día para el
desayuno…La idea era convivir durante cuatro días con desconocidos en esa
especie de albergue. Desconocidos con la misma pasión que nosotras.
El
guía de aquella escapada era el director de una compañía teatral muy importante
en Andalucía. Hacían giras por España y a muchos de nuestros compañeros les encantaría
formar parte de ella. Algunos parecían estar en una especie de casting
mostrando todo lo que sabían hacer en cada uno de los ejercicios. Aquello
intimidaba bastante.
Cuatro
de nuestras compañeras eran amigas y estudiaban juntas en el conservatorio de
la Escuela de teatro Musical de Málaga. Sabían cantar como los ángeles, hacer
malabares… Otra chica tenía un espectáculo de marionetas y había hecho circo.
Otros llevaban actuando varios años de forma profesional…Mi amiga y yo creo que
éramos las únicas amateurs que no
teníamos ninguna carrera profesional pero sí muchas ganas de aprender y
disfrutar sumergiéndonos de lleno en aquella experiencia.
Hacíamos ocho horas diarias de clases de teatro. Y se pasaban volando…Parábamos para comer y cenar y nos quedaba poco tiempo libre.
Pero
todo fue mágico. Charlas sobre los orígenes del teatro, ejercicios de calentamiento
y vocales. Ejercicios grupales, dejándonos llevar por la música.
Improvisaciones, jugando con nuestro cuerpo y con nuestros límites…Poniéndonos a
prueba. Debo reconocer que fue todo un regalo para los sentidos. Pero también
me sentía un poco cohibida. Quizás porque comparaba mi escasa experiencia con
la de los demás, porque siempre he tenido miedo de abrirme y de ser juzgada.
Miedo, miedo…siempre el miedo…Podría
repetir en mi memoria cada uno de los juegos que hicimos, y de cada uno me
llevé un aprendizaje personal.
El
último día, hacía bastante bueno, y por la mañana salimos a disfrutar del sol.
Nos pusimos en fila india y cada uno puso una mano encima del hombro del
compañero que estaba delante. El profesor fue uno a uno vendándonos los ojos
con un pañuelo, asegurándose de que no veíamos nada.
Dimos un paseo por el campo con los ojos cerrados. Sintiendo la naturaleza, confiando en el compañero. Sintiendo el sol sobre nuestras caras, los árboles balanceándose con la brisa, el puente con la madera crujiendo sobre nuestros pies, el olor del campo…El sonido del río se acentuaba al pasar a su lado, las ramas secas se rompían a nuestro paso. Las flores olían de forma más intensa. Al no poder ver, los demás sentidos se agudizaban y daban paso a mil sensaciones. En ningún momento dudé en seguir avanzando, confié en mi compañero de delante y mi compañero de detrás confiaba en mí. Al llevar más de media hora caminando, el profesor nos quitó el pañuelo de los ojos y pudimos contemplar lo lejos que estaba la casa…Hicimos el camino de vuelta paseando tranquilamente, pasando por los mismos lugares por los que habíamos caminado con los ojos cerrados. El puente estaba en bastante mal estado pero ninguno nos caímos ni dimos ningún tropiezo. Confianza y saber disfrutar. El teatro es así, es un trabajo de equipo y de dejarse llevar.
Aquel retiro teatral me cambió. Me hizo darme cuenta de todas las barreras que tenía que superar, me hizo comprender que tenía mucho dentro de mí para dar. Sólo necesitaba darme un poco de tiempo, ganar confianza en mí misma. Seguir amando el teatro desde las entrañas. Seguir formándome, seguir aprendiendo. Y no dejar nunca de ir al teatro, de dejarme llevar por lo que siento tanto sentada en una butaca como encima del escenario. Sólo tengo que dejar que las mariposas del estómago me guíen hasta perder todos mis miedos.
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