TERCER ACTO




TERCER ACTO

   Cuando escuché mi nombre en voz alta di un respingo en mi asiento. Al levantarme y empezar a caminar, noté cómo las demás cuchicheaban sobre mi vestuario y simplemente sonreí.
-Por favor, pase por aquí. – Seguí a aquel hombre de aspecto serio hasta un pequeño escenario donde solamente había una silla en el centro. Me señaló la silla para que me sentara.
Segundos de silencio. No sabría cómo definir aquella sensación de angustia y soledad. Parecía estar sola frente al mundo, sin saber qué decir, ni siquiera qué pensar. Me quedé bloqueada y por un segundo olvidé por qué estaba allí. Otra voz femenina me sacó de mi aturdimiento:

-Señorita 578, antes de representar el guión preparado quisiéramos que nos improvisara algo, lo primero que se le ocurra.
Quise morirme en ese momento. Me quedé completamente en blanco. ¿Aquello era una broma?. Me pasé días enteros memorizando ese texto, haciendo un profundo análisis interior del personaje, metiéndome literalmente en su piel…y ahora quieren que improvise. No contaba con eso pero yo iba dispuesta a todo así que después de unos segundos con la cara blanca (a pesar del exceso de maquillaje) y sin apenas reaccionar, comencé a improvisar.
Al principio ni reconocí mi voz, pero a medida que hablaba parecía más segura. Solté por mi boca lo primero que se me vino a la cabeza:

-Mi vida nunca ha sido precisamente emocionante. Nací en una familia adinerada y desde que tenía uso de razón mis padres tomaban todas las decisiones por mí. A qué colegio iría, qué estudiaría, qué amigos tendría… Todo estaba establecido de antemano y yo sentía dentro de mí que esa no era la persona que quería ser. Una tarde cualquiera, mis padres me llevaron al teatro. Representaban una versión moderna de “Romeo y Julieta” y desde ese día supe a qué quería dedicarme. Quería ser actriz. No sabía cómo se lo tomaría mi familia ni si lo conseguiría algún día o no, pero no quería seguir interpretando una farsa. Desde aquella Julieta, deseaba ser otros personajes, vivir otras vidas sobre el escenario. Y así empezó todo: clases a escondidas, obras de teatro, cine…Cada vez estaba más segura de hacia dónde quería dirigir mis pasos.
Cuando me subí por primera vez en un escenario casi lloro de alegría. Me resultaba fácil ponerme en la piel de otras mujeres. Tan fácil como me resultaba saber que durante esos instantes dejaba de ser yo misma.
Y cuando me enteré de este casting fue como una premonición la que sentí, necesitaba presentarme e intentarlo y aquí estoy, delante de vosotros improvisando y contándoles mi vida.
Para mí interpretar es dejar de ser yo para poder ser otras personas, es sentir, es llorar, es gritar, es vivir en otra piel, lejos de la sociedad  que me impusieron de pequeña, en la que me he visto envuelta siempre. Para mí cuando actúo es cuando verdaderamente soy yo misma, porque no me gusta ese otro yo insípido y real en el que vivo atrapada.- Suspiré y me callé durante unos segundos. Y todos callaron. Después de un silencio eterno e incómodo, escuché la misma voz de antes:

-578, puedes comenzar con tu texto cuando quieras.
- “No es la primera vez que un cliente me pide algo extraño. No tengo miedo a las exigencias de los hombres, Lina. Pero te juro que lo que me pasó la otra noche fue lo más raro que jamás me ha pasado nunca.
Sólo quería hablar. Ni besarme, ni acariciarme, ni una triste felación…Sólo hablar, Lina. Imagínate la cara que puse cuando me lo dijo. Yo le solté que para hablar estaban los psicólogos pero que a mí mientras me pagara no me importaba escuchar. Y me llevó a un lugar apartado del parque. Apagó el motor, encendió un cigarrillo y comenzó a desahogarse.
No pensé que me sentiría tan identificada con aquel pobre desgraciado, Lina. En realidad estaba tan solo como nosotras. Tenía todo el dinero del mundo y no era ni de lejos feliz. Nadie le quería, nadie le respetaba ni le entendía. Nadie le esperaba en casa con un beso y un qué tal el día.
No te lo creerás pero durante su charla se me saltó una lágrima. La forma de expresarse, esa inmensa pena me llegó dentro…No te rías, que no voy por ahí. Lina, nunca cambiarás…”



(Fin del último acto)

Comentarios

  1. No se qué le resultó más duro a la prota, escuchar o hacer lo que habitualmente hacía con sus clientes ... Gran relato. Enhorabuena!!!!!

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    1. Muchas gracias Alberto. Me alegra mucho que te guste la historia.

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