LA COMUNIDAD 4 (FINAL)


 









LA COMUNIDAD (Parte final)
   A medida que íbamos caminando, nos alejábamos más de la civilización y nos acercábamos a la tranquilidad.
El paisaje era limpio, lo que podíamos apreciar de él. Los  ruidos de coches habían sido sustituidos por  el sonido de aves nocturnas y la carretera poco a poco se convertía en un camino de tierra cubierto a ambos lados por espesos árboles.
No era buena idea seguir adelante en plena noche. Acamparíamos hasta el amanecer. Nos adentramos  dejando atrás el camino, en una especie de parque lleno de rocas y hierba. Nos tumbamos juntos, mirando las estrellas, arropándonos con una pequeña manta que llevábamos con el equipaje.
Casi sin hablar, caímos en un profundo sueño.
El sol apareció muy pronto, rozando nuestros cuerpos y haciendo que despertáramos temprano. Decidimos seguir los últimos kilómetros a pie lo antes posible, antes de que el sol pegara con más fuerza. Sólo unos cuantos metros nos separaban de nuestra nueva vida, no acabábamos de creerlo.
Llegamos por fin a nuestro destino. Un pueblo precioso,  con unas cuantas casas blancas de estilo rústico rodeando un lago cristalino. Parecían casas unifamiliares, espaciosas.
En la Comunidad no existían esas viviendas, todos alquilábamos pequeños apartamentos, en bloques repletos de inquilinos. A veces compartíamos piso varios amigos. Solamente los gobernantes tenían casas de su propiedad.
Pero en este lugar se podía respirar el aire puro, había mucha naturaleza y todas las casitas tenían su enorme porche para poder descansar y contemplar el paisaje.
Tendría que haber alguien responsable, algún hotel en el que poder dormir o algún edificio público dirigido por un gobernador que fuera el que dictara las normas a seguir en el pueblo. O eso sería lo lógico. Lo que esperábamos. Pero después de andar alrededor de todas las casas, ninguna parecía distinta o que destacara de las otras.
Decidimos entonces llamar a una de ellas a ver si alguien podía informarnos. Tardaron una eternidad en abrir:
-Hola, mi novia y yo venimos de…Somos excursionistas. Llevamos andando muchos días buscando un lugar donde poder pasar un tiempo. ¿Hay algún hostal en el pueblo para poder instalarnos y descansar?
La persona que estaba al otro lado de la puerta era una chica más o menos de nuestra edad, de unos treinta y cinco años, guapa, despeinada…
Nos miraba muy atentamente y algo sorprendida cuando dijo:
-Lo cierto es que no suelen venir muchos turistas por aquí. Vivimos alejados de la gran ciudad…-Nos miró lentamente de arriba abajo…- ¿Pensáis quedaros mucho tiempo en Lagoblue o será algo temporal?
-Todavía no hemos tenido tiempo de decidirlo- comenzó a decir Bryan. –Queremos cambiar de vida, asentarnos de una vez por todas en un lugar tranquilo donde formar una familia y vivir, en definitiva…
La chica tardó otro mundo en volver a responder:
-Pues entonces este es el sitio adecuado. Aquí se puede vivir muy bien siempre y cuando seáis aceptados por la mayoría.
Bryan y yo nos miramos confusos.
-¿Queréis entrar a descansar un poco y tomar algo y os cuento más detalles sobre el pueblo?
Asentimos a la vez y entramos sin pensarlo dos veces en la casa. Necesitábamos beber algo y aclarar nuestras dudas.
Lo cierto es que la casa no era nada recargada pero sí muy acogedora. Tenía mucha luz y nada más entrar en ella, sentimos una calidez especial, como si nos relajara estar allí. Nos presentamos. Nuestra futura vecina se llamaba Linda.
Empezó a contarnos detalles de su vida y de cómo llegó y después nos relató las costumbres tan especiales de todos los que vivían allí. Eran una especie de comunidad, pero no como nosotros pensábamos.
No había ninguna persona que gobernara a los demás, todo se hacía según la decisión de la mayoría y con precisión democrática. Todas las cosas se debatían en reuniones vecinales y así llegaban a distintos acuerdos que eran aprobados por ellos mismos.
A pesar de no haber ningún dirigente, no se trataba de una comuna hippie. Existían escuelas para los niños, algunos bares, un teatro que se restauró hace muchos años, un médico que atendía casos urgentes y poco más. Denveris estaba sólo a unos kilómetros y contaba con un hospital para lo que necesitaran. La mayoría de las personas que vivían allí o bien trabajaban en la ciudad o bien en el campo, labrando sus propias tierras. Exceptuando a los profesores de las escuelas, el médico y los propietarios del teatro y de los bares, los únicos negocios que existían.
No había mucha más diversión en Lagoblue aunque tampoco la necesitaban. Casi siempre pasaban el tiempo en casa de unos o de otros organizando comidas o fiestas a la luz de la luna. O bien hacían excursiones a pie por los distintos senderos alrededor del pueblo y aprovechaban en verano para bañarse en la laguna. La vida allí era tranquila y nadie les molestaba sino molestaban a nadie.
Nos quedamos extrañados cuando nos contó que eran sólo unos treinta habitantes, si contaban a dos niños gemelos que acababan de nacer la pasada semana. Tendrían que reunirse todos para decidir si podíamos instalarnos allí.
No había ningún hostal, pero sí varias casas deshabitadas. Sus antiguos propietarios se cansaron de aquella paz. Se podían rehabilitar y limpiar y entre todos ayudarían a su reconstrucción siempre y cuando estuvieran de acuerdo en aceptarles.
Bryan y yo no dábamos crédito a lo que oíamos. Parecía un sueño.
Yo imaginaba a Bryan sembrando la tierra, plantando hortalizas y frutas mientras yo le observaba desde el porche. Yo podría dedicarme a enseñar en la escuela. O bien podría abrir algún taller de manualidades. Siempre me gustó y en mis largas horas de ocio en la Comunidad aprendí a perfeccionar mi técnica. Sabía hacer abalorios, coser punto y ganchillo para hacer gorritos, blusas…lo cierto es que trabajar con las manos me relajaba.
Linda me sacó de mi ensimismamiento:
-¿A qué os dedicaríais? ¿Qué hacíais en vuestra ciudad? Parecía que me estaba leyendo el pensamiento.
Le expliqué en voz alta a qué podríamos dedicarnos y ella sonrió.
Esa misma noche nos agrupamos todos en la pradera cerca del lago. Nos presentamos, nos contamos un poco nuestras vidas y se decidió que podríamos vivir allí si queríamos, en principio temporalmente.
Nos acogieron tan bien desde el primer momento que a ellos no podíamos mentirles. Les explicamos de dónde veníamos, cómo era la Comunidad donde habíamos crecido y por qué huimos de ella. Se quedaron atónitos. Primero porque no conocían ninguna región con ese nombre y segundo porque eran dos modos de ver la vida totalmente opuestos. Se compadecieron de nosotros y entendían nuestra postura de querer ser dueños de nuestras propias decisiones y pensamientos.
Nos ayudarían a reconstruir una de las casas abandonadas y a elegir una buena parcela de terreno que poder trabajar.
Aquella noche, sin más, empezó nuestra vida en Lagoblue. No sabríamos si sería algo temporal o no, si nos adaptaríamos a la gente y al estilo de ver las cosas…pero el tiempo empezó a transcurrir. Primero pasaron días, luego semanas, meses y finalmente años.
   …Llevamos ya seis años viviendo aquí y hemos formado una familia. Bryan y yo tenemos un hijo de cuatro años, hace unas semanas empezó su primer año escolar.
Todo es tan diferente…
Vivimos en armonía unos con otros. Cualquier cosa que necesitamos nos ayudamos entre todos y cualquier decisión importante que afecta a la mayoría de los vecinos la debatimos en nuestras reuniones.
Somos amigos, vecinos y casi hermanos.  Compartimos nuestras preocupaciones y nuestras ilusiones. Jamás me imaginé vivir en un sitio así. Jamás.
La rehabilitación total de la casa duró dos años. Durante esos dos años, casi todas las noches que hacía bueno, nos apiñábamos en el porche para hablar de nuestro pasado. Contábamos historias de los gobernantes y de las leyes que nos inculcaban desde pequeños. Se quedaban todos asombrados.
Con el tiempo, dejamos de hablar de la Comunidad.
Yo enseñaba en la escuela infantil a los niños de cuatro a seis años, les leía cuentos, les inculcaba la literatura que había aprendido.
Además, tenía un pequeño taller en casa. Hacía mis gorros de lana, mis joyas artesanales que luego vendía a las vecinas en un mercado que se celebraba mensualmente en el centro del pueblo, en una especie de plaza.
Bryan se dedicaba sobre todo al campo, eso le quitaba mucho tiempo pero le encantaba. Éramos plenamente felices.
Con la llegada del bebé, de Roy, el tiempo se pasaba fugazmente y nuestro escaso tiempo libre lo dedicábamos a estar con él. No dejé de trabajar en ningún momento, podía llevarme a Roy a la escuela mientras estaba con los demás niños. Todo era idílico.
Aproximadamente una vez al mes íbamos a la ciudad. Denveris era la más cercana.
Allí comerciábamos con algunas tiendas de frutas y hortalizas para vender nuestros productos trabajados en el campo. Con ese dinero conseguíamos lo suficiente para comprar carne y distintos alimentos y para gastos extra, sobre todo para Roy. Lo que yo ganaba de mi pequeño negocio también lo invertíamos en libros o ropa que comprábamos en la ciudad.  La tierra que cultivábamos era fértil y suficiente para mantenernos pero queríamos sacarle más beneficio y vivir cómodamente.
No necesitábamos ninguna excusa para ir a la ciudad.
Además, también aprovechaba para conseguir material para poder hacer mis prendas y mis alhajas. Debo confesar que a veces echábamos de menos el trajín del ruido y de la multitud, pero sólo a veces.
   Estábamos en Denveris una buena mañana de primavera, habíamos dejado a Roy con Linda y sus hijos y nos disponíamos a desayunar en el bar que solíamos frecuentar.
El camarero nos trajo el desayuno junto a los cafés bien cargados y el periódico del día.
Bryan estaba muy guapo esa mañana. Sus ojos brillaban mucho, su pelo rubio y ondulado se revolvía a su antojo sobre su cabeza, le daba un aire mucho más joven.
Sonreía mientras miraba a través del cristal del bar a la gente que paseaba por la avenida.
Yo empecé a hojear el periódico, no parecía haber ninguna noticia de interés…hasta que de pronto la vi: en negrita y resaltando sobre el resto. Un titular que decía así: “Al Oeste del país se ha producido una rebelión de los habitantes de una región llamada la Comunidad. Es extraño no haber oído hablar jamás de esta ciudad. Se habla de muertos y heridos en el combate contra las fuerzas de seguridad…”
No especificaba mucho más la noticia. Me quedé sin habla. Se lo mostré a Bryan…Pagamos rápidamente dejando el desayuno a medias y empezamos a correr hacia nuestro antiguo hogar. Algo nos obligaba a descubrir qué significaba aquello. Qué había pasado…
Bryan y yo no teníamos familia, crecimos sin padres los dos. Pero sí teníamos amigos, gente de la que nos costó separarnos cuando tomamos nuestra decisión.
Corrimos sin pensar en lo que hacíamos. Deshicimos el camino que hace unos seis años habíamos hecho en sentido contrario, hasta llegar allí.
Lo que vimos nos dejó mudos.
O mejor dicho, lo que no vimos. No había alambrada, no había gobernantes, no había amigos, no había edificios, no había sirenas, no había nada.
Un espacio vacío, lleno de hierbajos…Sabíamos que era el lugar exacto.
Caminamos unos cuantos pasos hasta llegar a una lápida de piedra incrustada en el suelo.
Lo que decía en esa piedra jamás se borraría de nuestros ojos ni de nuestras mentes. Nuestro pasado reducido a unas palabras, a un misterio absoluto.
Nos cogimos la mano y empezamos a andar camino a nuestro actual hogar. Sin palabras, sin hablar, pensando en Roy y en el futuro incierto. Pensando si lo que estábamos viviendo en esos momentos, si lo que vivimos en un pasado fue real.
   En la piedra del suelo rezaban estas palabras:
“EN RECUERDO DE UN LUGAR QUE HACÍA LLAMARSE LA COMUNIDAD, POR LA MEMORIA DE TODOS SUS HABITANTES…”




Comentarios

  1. Me ha encantado el desenlace, como aparece la noticia de la rebelión en la comunidad y el que nadie supiera de ella. También está muy bien el símbolo de la lápida y lo que representa. Esta muy chula la historia neni. Es Lagoblue podría ser nuestro proximo hogar? A mi me encantaría.

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  2. Puede que en algún lugar exista Lagoblue...sólo es cuestión de echarle imaginación...
    Gracias por tu comentario, Alberto.

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