UN MUNDO SIN INTERNET(III) FINAL






Mis uñas casi eran muñones, no entendía por qué narices estaba tan nerviosa aquella noche. Después de retocarme un poco mi escaso maquillaje, eché una última mirada a mi imagen reflejada en el espejo del cuarto baño de mis abuelos.
Lo que vi me gustó y me sorprendió a la vez.
Ya no era la niña sin curvas con aire infantil. Las curvas empezaban a adaptarse al vestido o el vestido a mis curvas haciéndome parecer mayor. Mis pechos ya no eran lisos sino redondeados, mis caderas se mostraban atractivas y mis piernas empezaban a alargarse. También mi rostro era diferente. No sólo por el maquillaje, sino por el brillo en los ojos. El pelo largo hasta la cintura, brillante y oscuro y el carmín sobre mis gruesos labios…El conjunto que veía en el reflejo del espejo me gustó, me sentía una mujer o principiante a mujer y no una niña.
La verdad es que no sabía si el hecho de querer arreglarme más y estar guapa era por la entrada de Gorka en el grupo o por mí misma.
El caso es que esa noche iba a ser una de las más especiales de mi vida y quizás por eso estaba tan inquieta.
Me puse unos zapatos con un poco de tacón y eché un último vistazo. Todo listo.
Ya llevábamos un buen rato en la discoteca todos juntos, bueno, todos menos Gorka. Él no aparecía por ningún lado y yo ya iba por mi segunda coca-cola de la noche. Eso no ayudaba mucho a mis nervios.

Estaba hablando con Alba, mi hermana, de espaldas a la puerta, cuando ella me soltó inesperadamente un puntapié. Gorka llegó.
Se sentó con Daniel y nos saludó a todos con la cabeza. Yo me giré y no sé si era impresión mía o qué, pero él se quedó paralizado durante unos escasos segundos. Interpreté que había notado que estaba diferente, yo me sentía muy diferente.
Estaba impaciente por hablar con él un rato, como siempre. Pero aquella noche se resistía a hablarme. Por un momento pensé que el vestido no fue una buena idea, le había asustado en lugar de acercarle a mí.
Pero pasados unos minutos eternos por fin me dirigió la palabra.

-Hola….hoy estás muy guapa. Ese vestido te sienta genial.- Y me mostró su dentadura con una amplia sonrisa.
-Muchas gracias, Gorka.
-¿Quieres tomar algo? ¿Otro refresco?
-No gracias, de momento no.
Él fue a por algo a la barra y luego estuvimos hablando un buen rato. Hasta que empezaron a dolerme los pies por el tacón al que no estaba acostumbrada y le dije que me iba a sentar un momento. Él me acompañó. Le costó hablarme aquella noche, pero después noté que también le costaba alejarse de mí. Me sentía como una diva de las películas. Una matahari. Cosas de adolescentes.
Nos acomodamos en los asientos reservados. Los demás nos echaban miradas burlonas pero nosotros estábamos a lo nuestro, hablando de nuestras cosas, a veces de tonterías, soltando risas…sin hacerles demasiado caso.

Y de pronto ocurrió.
Sin más, sin avisar, como una estrella fugaz que pasa sobre nuestras cabezas cuando miras un segundo al cielo.
Como suceden todas las cosas buenas de la vida.
Se acercó a mí de forma muy natural, como si me conociera desde siempre. Me acarició el pelo, me recogió un mechón detrás de la oreja y acercó sus labios a los míos. No tuve tiempo de prepararme, pero al mismo tiempo, no me sentí incómoda. Todo lo contrario. Por primera vez sentía los labios de un chico sobre los míos…
¡Cómo describir tantas emociones juntas!
Me sentí mayor por primera vez, descubrí algo inesperado, tierno…
Ese beso fue una extraña unión de nuestros mundos, nuestras almas fueron una durante un instante. Y a ese beso le siguieron muchos otros durante aquel feliz verano.

Después del beso, sin hablar, nos levantamos y nos fuimos a la pista de baile. Sonaba una canción lenta de Alejandro Sanz, y nos fundimos durante unos minutos en un largo abrazo, al son de la música.
La inocencia del primer beso es algo mágico. Lo guardaré siempre conmigo.
Pero como todo lo bueno, todo se acaba, el verano acabó y Gorka tuvo que volver a su rutina y a su casa y yo a Madrid.
En el autobús de vuelta, con el alma en vilo y con un nudo en el estómago, recordaba nuestra despedida en el castillo.

-¿Me escribirás?-le pregunté mientras acurrucaba mi cabeza sobre su pecho.
-Todas las semanas…ya verás que un año se pasa volando y pronto volveremos a vernos. Además está el teléfono, podemos llamarnos.
-Ya, pero en casa no tengo intimidad, tendré que bajar a la cabina…Nunca me había sentido tan bien con alguien, Gorka. Conocerte ha sido un descubrimiento.
-Ya te echo de menos, pequeña…- y me abrazó con mucha fuerza. Luego, por última vez, nos volvimos a besar. Desde lo más profundo de mi ser, supe reconocer ese beso como el último, como una despedida agridulce. Era una intuición muy pesada…


Después de aquel verano, las cartas fueron espaciándose en el tiempo, aunque los recuerdos persistían. Las horas dieron paso a los días, y los días a los meses hasta el siguiente verano.
Gorka no volvió a aparecer ni en Feria ni en mi vida. No quise preguntarle a Daniel qué le había pasado, sólo quería guardar en mi corazón todos sus besos, todos los momentos que compartimos.
Gorka fue mi primer amor y mi primer desengaño.
Después de aquel verano no volví a ser la misma. Crecí de golpe.
Ya no me apetecía jugar a nada con los vecinos del barrio. Comencé mi adolescencia solitaria, me encerraba en mi cuarto a escuchar canciones de Alejandro Sanz, recordándole y releyendo sus cartas una y otra vez, hasta casi borrar la tinta del papel…
Lloraba y no conseguía desahogarme.
Hasta que el tiempo pasó y otro amor llegó, igual que llegó internet y otra forma de ver el mundo…

Pero que siempre guardaré para mí serán todas esas emociones de la primera vez, todas esas sensaciones que inevitablemente te cambian por dentro.
Y aunque suene a tópico, el primer amor, que jamás se olvida.



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