UN MUNDO SIN INTERNET (II)
Merecía la pena el sufrido viaje hasta el
pueblo. Parábamos unas mil veces porque la media de edad de los ocupantes del
autobús era de más de sesenta y cinco años.
Pero intentaba
olvidarlo y pensar en lo que nos esperaba en nuestro destino. Yo miraba por la
ventanilla, cabeceaba de vez en cuando y suspiraba sin sentido mientras
escuchaba alguna canción de “Corazón de
la ciudad” en mi walkman. Era un
programa nocturno de radio, de rock melódico, me encantaba y me evadía a otros mundos.
Así se me hizo
más llevadero el trayecto. Amaneciendo, pusimos de nuevo nuestros pies en la
casita de mis abuelos. Por fin llegamos.
Hasta el olor
era diferente allí, entre las empinadas calles. La brisa chocaba sobre nuestras
caras cansadas y bajaba por la cuesta principal que terminaba en nuestro
barranco un olor embriagador a pan recién hecho. Aquellos olores los podré
recordar en mi memoria durante mucho tiempo.
Deshecho el
equipaje e instalados, dormimos bastantes horas seguidas. Queríamos coger fuerza
y energías para todas las emociones que nos esperaban.
Después de dos
semanas, por fin ocurrió algo realmente interesante.
Estábamos
en la azotea del castillo, como cada tarde que no salíamos de excursión al lago
o a hacer senderismo. Escuchábamos música, bebíamos algo, contábamos chistes y
pasábamos el rato disfrutando de nuestro tiempo libre.
No
contábamos con nadie más. Hasta que llegó él.
Se
notaba a la legua que no era un chico de pueblo, muy al contrario. Ese aire de
intelectual le hacía parecer de un mundo diferente al nuestro.
Era
alto, delgado pero musculado, con ese aire rebelde de James Dean, y esa caída
de ojos tan espectacular… Debía medir casi los dos metros y sus ojos eran de un
azul apagado pero con mucha personalidad. Lo mejor de él era su forma de ser,
no era nada tímido y a pesar de que era el chico más guapo del grupo, no
parecía darle mucha importancia a ese hecho.
Era
primo de Daniel, el gracioso. Daniel
era el típico chico con el que te ríes muchísimo pero que no es precisamente
atractivo físicamente.
El
misterioso chico vivía en el País Vasco y decidió aquel verano pasar unos días
en el pueblo de sus padres, y así ver a su querido primo Daniel al que no veía
desde que los dos tenían cuatro años.
Fue
todo un descubrimiento y una nueva
atracción para todos. Ser el nuevo siempre llama la atención.
El
nuevo en el trabajo, el nuevo en la pandilla, el nuevo en la clase…todo el
mundo quería saber de él.
El
caso es que nosotros conectamos desde la primera mirada. Sin darnos cuenta, nos
íbamos apartando de los demás y nos quedábamos hablando en cualquier sitio
durante horas. Nos reíamos juntos, nos contábamos lo que nos preocupaba, lo que
queríamos estudiar, nuestros sueños…
Era
muy fácil hablar con él. Su sonrisa amable te impulsaba a querer contarle todo,
a confiar, a confesarle hasta tus más íntimos secretos. Y no sé por qué extraño
motivo, él se sentía igual de cómodo conmigo. Me contaba cómo era su vida en el
norte, cómo se divertían los días que no había clase…
En
una de tantas conversaciones, sin venir a cuento y sin saber por qué,
escuché
que de mis labios salía esta pregunta:
-Gorka,
¿tienes alguna novia por tu tierra?
Dios,
qué pregunta más estúpida. En cuanto me di cuenta de lo que le había preguntado
me sentí muy ridícula. Lo debió de notar porque se echó a reír a carcajadas
cuando notó que mi cara cambiaba de color hasta el rojo intenso…
Seguro
que pensaba que estaba colada por él. No iba desencaminado porque la verdad es
que empezaba a gustarme y mucho. Pero tampoco me habían gustado muchos chicos
hasta ese momento…a lo mejor estaba confundiendo mis sentimientos… Sólo nos
conocíamos desde hacía unos días.
En
cuanto pude reaccionar, seguí:
-Perdona,
vaya pregunta más tonta…no me importa si tienes novia o no. Es asunto tuyo.
Tarde,
ya me había descubierto.
-No
tengo novia, creo que nunca la he tenido. No sé, supongo que hasta ahora no
había pensado en eso.
Noté
que remarcaba con fuerza las palabras “hasta ahora”…y no me atreví en ese
momento a mirarle a la cara para saber si seguía riéndose de mí.
Los
demás dijeron que se iban a casa a cenar algo para salir a la discoteca y
nosotros nos levantamos y nos unimos a ellos.
Jamás
me había sentido así con nadie. Con Gorka empecé a descubrir unas
sensaciones que guardaré siempre en mi
cajita de los recuerdos. El primer amor nunca se olvida.
Aquella
misma noche, antes de ir a la discoteca, estaba más nerviosa de lo habitual. Le
comenté a mis primas y a mi hermana que no sabía qué ponerme, que quería estar
más guapa de lo normal y que me aconsejaran.
Mi
hermana soltó:
-Creo
que ya sé por qué quieres ponerte más guapa. Estás pillada por Gorka. No hay
más que veros juntos. Y creo que él siente lo mismo, hermanita…
-Calla,
no digas tonterías.
El
caso es que para aquella noche elegí un vestido con escote, negro y muy
ajustado, elegante y sexy a la vez…¡Y vaya si dio resultado!.
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