MANERAS DE ESCRIBIR


    Anteriormente os comenté el origen de lo que será mi primera novela.
Surgió a partir de un relato que casi me vi obligada a escribir, un relato desgarrador sobre un hecho real, la muerte de un ser querido.
Fue algo inesperado, brusco, algo que no tenía que suceder todavía. No, todavía no. Lo seguiré repitiendo una y mil veces.
Y fue algo sobre lo que todavía me cuesta mucho escribir. Quizás por eso estoy tardando tanto en darle forma, porque me meto demasiado en el papel y revivo continuamente esos sentimientos amargos. Y ese temor de enfrentarme de nuevo a mis propios miedos es lo que me frena para seguir adelante.
Pero es un reto personal que sé que acabaré logrando, por él y por mí. Así de simple.
Por su recuerdo. Se lo debo.



   

Está claro que solamente hay dos maneras de escribir:
La primera es sobre algo que te haya pasado personalmente, sobre un hecho vivido  o sobre una experiencia, sea la que sea, que te permita expresar cómo te has sentido en cada momento. Esta forma es muy peligrosa porque puedes implicarte en exceso y requiere una gran concentración para no dejarte arrastrar demasiado por lo que llevas dentro. Debes establecer un equilibrio entre lo que sentiste  y lo que quieres transmitir, porque a veces se traspasa un límite invisible. Es un ejercicio de control, de jugar con la inteligencia emocional.
Ese equilibrio es obligatorio para poder avanzar, para que sin cruzar esa tenue barrera, podamos contar la historia tal y como queremos, sin dejarnos detalles pero también siendo sinceros. Todo es cuestión de práctica.
La otra manera es para mí la más complicada de todas, se trata de inventar, de crear personajes e historias nuevas de la nada, de la imaginación. Relatar un hecho que no ha pasado, situar una acción en un lugar concreto, perfilar la personalidad de cada personaje y conseguir que el relato resulte interesante y atractivo. No es tarea fácil. Por eso admiro tanto a los novelistas de ficción, porque la mayoría de las situaciones que viven sus personajes son inventadas por su creador, y para mí eso es digno de admirar.

   He de reconocer que a mí me cuesta mucho más inventar que escribir sobre algo vivido. Pero intento que mi mente no deje de esforzarse por crear cosas nuevas.
De todos modos, para escribir cualquier relato, hay que tener primero en cuenta una clara estructura. Saber que tenemos que hacer una presentación de los personajes, que desarrollar cómo son y que dar sentido, principio y final a una especie de cuento.
En los dos casos también hay que procurar que lo que se cuente sea llamativo y que involucre al lector desde el primer momento. Esto tampoco es fácil.
   



  

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