LA NARIZ ROJA

 





la nariz roja

Salió de la consulta con una sonrisa.

Las noticias no eran del todo malas, se negaba a dejar de luchar, jamás lo haría.

Ese fin de semana, actuaba un grupo de payasos en el hospital. Volvería a ver a su hijo sonreír. Aquel último ingreso se había alargado demasiado, pero Daniel nunca perdía el brillo en sus ojos.

Durante tantos días largos, con sus horas interminables, habían pasado por el hospital toda clase de voluntarios: magos, malabaristas, cantantes, bailarines… Pero Daniel disfrutaba plenamente con los números de payasos. 

Se le iluminaba la cara, se quedaba hipnotizado mirando aquella llamativa nariz roja, reía a carcajadas con las trastadas del clown y cuando terminaba la actuación, aplaudía con tanta fuerza…

Sus pequeñas manos se convertían en aspavientos sonoros, en música para los oídos de cualquiera. Daniel era un niño enfermo, pero feliz, especialmente cuando los payasos iban a visitarle.

En su quinto cumpleaños, le dieron una gran noticia, podía continuar su tratamiento en casa, aunque tendría que volver periódicamente al hospital para las revisiones rutinarias. La cara de Daniel no fue la esperada al recibir la noticia.

Su padre le preguntó si no estaba contento por dejar el hospital, y él solo pudo responder: ¿irán los payasos a verme a casa?

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