CÓMO ESCRIBIR DIÁLOGOS (SEGUNDA PARTE)
Cómo ya os comenté en el anterior post de Cómo escribir diálogos, una de las cosas que más me cuesta a la
hora de escribir es desarrollar los diálogos. Aunque
también os recalqué que existen técnicas para hacerlo bien y formación
específica para poner en práctica estas técnicas.
Os hablé
de la importancia de los objetivos que tenemos que tener en cuenta a la hora de
escribir los diálogos. Hay que pararse a pensar lo que queremos conseguir con
ellos dentro de la historia: generar dinamismo entre los personajes, resaltar
emociones, crear distintas tensiones, conocer más en profundidad a los
protagonistas a través de sus palabras, etc.
Además de
todo lo expuesto, existe otro tipo de diálogo que también hay que tener muy en
cuenta: el monólogo interior.
Podemos
encontrar dos tipos de monólogos.
* Monólogo narrado: el narrador en tercera
persona es quien pone de manifiesto los pensamientos del protagonista, lo que
piensa sobre una determinada situación o cómo se siente en un determinado
momento. El narrador omnisciente se encarga de poner voz a los pensamientos del
personaje, pero utilizando la tercera persona. Siempre entendiendo,
interpretando y justificando sus acciones.
* Monólogo directo: el personaje se rebela
contra el narrador hablando en primera persona sobre lo que siente. Habla en
voz alta, se hace preguntas que él mismo responde, habla a un público invisible
expresando todas las inquietudes que lleva dentro y toda la incertidumbre que
desea compartir con el mundo.
Un clarísimo ejemplo de monólogo
directo es la novela del gran Delibes Cinco
horas con Mario.
Es una maravilla el dominio del lenguaje, y cómo transcurre la acción a través
de un único personaje principal, Carmen Sotillo. Ella acaba de perder a su
marido y vela su cadáver durante una noche entera. Inicia con él un monólogo en
el que vamos descubriendo poco a poco su verdadera personalidad y todos los
conflictos de su matrimonio. Y no sólo eso, Delibes consigue a través de ese
monólogo de la mujer, retratar las preocupaciones económicas, religiosas,
sexuales, políticas y morales de la España de 1966. Y mezclar esas
preocupaciones con los asuntos eternos del ser humano: la incomunicación, la
soledad, el sentimiento de culpa... Filosofa a través de Carmen sobre el
sentido de la vida, y no puede hacerlo de forma más acertada y brillante.
Resumiendo, no hay que olvidar que lo más importante es resultar natural, que al leer una conversación o un monólogo podamos sentirnos identificados con el mensaje y con la manera de expresarlo. Y esa naturalidad se consigue sobre todo de dos maneras: observando y practicando. Escucha con atención las conversaciones en tu círculo de amistades, en el trabajo, en las entrevistas por televisión o en las redes sociales. Fíjate también en los discursos si ves algún debate, si escuchas a locutores de radio y de podcast… Hasta que todo surja de manera espontánea, y hasta que al releer lo escrito entiendas que se podría tratar de cualquier pensamiento en voz alta o de una conversación que escuches por la calle. No dejes de practicar hasta que aprendas cómo escribir diálogos de forma efectiva y con total fluidez.
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