QUIEN CANTA SU MAL ESPANTA

Los vecinos sabían perfectamente cuándo le pasaba algo a Lola. Si algo le preocupaba o le rondaba persistentemente en la cabeza. Porque le daba por cantar, cantaba tan alto que podía escucharse en todo el edificio. Lo hacía en la ducha, gritando a los cuatro vientos. Mientras tendía la ropa en el patio comunitario, lo hacía bajando las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Lo hacía en la cocina con la ventana abierta, aireando sus notas y sus aromas… Lo que los vecinos no sabían era lo que la música significaba para ella. Su habitación era su santuario. Donde conseguía la inspiración que necesitaba para sus canciones. Estaba decorada con un gusto exquisito: pósters bien enmarcados de sus cantantes y grupos favoritos. Debajo de la ventana que daba a un parque, un escritorio enorme con sus cuadernos de notas, sus bolígrafos de colores, su portátil y su flexo. Tenía también una silla de despacho frente al escritorio. Una cama reinaba en el centro de la estancia con un ed...