INCERTIDUMBRE






Me he dado cuenta de que en Marzo fue mi última entrada en el blog.

Durante ese mes se paralizó el mundo entero. Un virus mortal nos paralizó a todos. 

Nos obligaron a estar confinados en nuestras casas, sin poder salir a la calle excepto a lo imprescindible. Los parques se vaciaron, los columpios y bancos públicos se precintaron, los supermercados fueron arrasados durante días pensando que se avecinaba lo peor, una tragedia inigualable. Había toque de queda y varios coches de policía recorrían las calles vacías gritando por los altavoces que permaneciéramos en nuestras casas y que estábamos en estado de alarma por la alerta sanitaria.

Y vino lo peor. No se podía salir a la calle a las horas que estaba permitido sin mascarillas, los hospitales se colapsaron, había gente tirada por los pasillos sin poder ser atendidos, morían allí tirados como animales, en la más completa soledad.

Parece el argumento de una mala película, de esas que echan a las cuatro de la tarde cuando la gente aprovecha para dormir la siesta. Ojalá hubiera sido algo ficticio, una pesadilla de la que se puede despertar. Ojalá nada de esto hubiera pasado ni siguiera pasando. Han muerto casi un millón de personas en todo el mundo, nada está controlado y esperamos la ansiada vacuna en la que están trabajando muchos países a contrarreloj.

Durante estos meses la vida de muchas personas ha cambiado, el sufrimiento se ha apoderado de tantas familias... y aunque todo se encuentra en una tensa calma, sabemos que la guerra no ha terminado aún. Yo he tenido la desgracia de sufrirlo en mis carnes y de ver cómo mi madre caía enferma contagiándose de ese virus, estando a punto de morir. Y gracias a Dios o a su fortaleza ha logrado vencer al virus. Pero soy consciente de que muchas otras personas no pueden decir lo mismo y su luto teñirá de negro todas las noches del resto de sus vidas.

Todo lo que ha pasado y está pasando ha cambiado mi forma de ver el mundo, he decidido por fin parar. Parar y escucharme, pararme y pensar hacia dónde quiero seguir caminando. Qué necesito para ser feliz. He empezado a tomar decisiones, a replanteármelo todo, y acierte o no, sé que estoy siendo fiel a mis sentimientos y eso no puede ser nada malo.

En medio de esta tragedia inmensa, han pasado también cosas buenas. He  podido reencontrarme con mis amigas del instituto, mis dos amigas a las que hacía más de veinte años que no veía, y ese reencuentro me ha dado la clave para escribir mi segunda novela. Ya lo sé, todavía no he terminado la primera, pero sé de qué hablaré en la segunda. Y también sé que de una forma u otra no voy a dejar nunca de escribir, porque es una de las pocas cosas con las que realmente me siento yo misma y en paz.

Tengo tantas cosas que contar, tanto que escribir, y tan poco tiempo...

Comentarios

Entradas populares de este blog

LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL

APRENDER EN COMUNIDAD

LA NARIZ ROJA