DANCER IN THE DARK
Hace
poco estuve pensando en películas que me han impactado, en películas que me han
dejado sin dormir varias noches, con una angustia en el pecho. En aquellas que
te comprimen el corazón y que te obligan a llorar aunque te hagas la fuerte,
las que te ponen un nudo en la garganta.
Y me
vino a la mente una película para mí simplemente genial. Dancer in the dark, o Bailando
en la oscuridad como se ha traducido en algunos países.
Juntar
en una misma película a un director tan excéntrico como Lars von Trier y a la
cantante islandesa Björk puede ser un cóctel explosivo, y el resultado no pudo
ser más visceral. No es de extrañar la multitud de premios en los que estuvo
nominada la película y algunos de los que consiguió fue la Palma de Oro en el
festival de Cannes.
Ella
está espléndida desde el comienzo de la historia. Te atrapa, con su mirada, con
sus gestos, con su sencillez y sobre todo con su voz. Björk creó todas las
canciones que componen la banda sonora de la película, y su creatividad y la
magia que emana de su voz hacen que la piel se ponga de gallina.
La
trama se desarrolla en la década de los sesenta. Una inmigrante checa, Selma,
se muda con su hijo a Estados Unidos
para trabajar en una fábrica. Ahorra todo lo que gana para que su hijo
pueda someterse a una operación que le impida sufrir la misma enfermedad
hereditaria que ella padece: una ceguera progresiva.
A
medida que avanza la historia, Selma comienza a confundir la realidad con la
ficción, sufre alucinaciones y confunde la obra teatral en la que actúa (The
Sound of Music) con su vida real. Todo va progresando y degenerando en una
cruel sucesión de hechos, ella pierde la vista irremediablemente y delira, y
canta, y sus peores miedos se vuelven contra ella. Este musical atípico te mete
en la historia desde el principio, te atrapa, te deja en ocasiones sin
respiración. Te metes en las alucinaciones de Selma, te metes en su drama, te
crees al igual que ella que todo el mundo está en tu contra.
A
pesar de que la protagonista está rodeada de mucha gente que la quiere, es
incapaz de sentirlo. Su mundo interior es mucho más fuerte que todo lo demás.
Aunque en la película se lleva al extremo, lo cierto es que en muchas ocasiones
nos obsesionamos con nuestros propios problemas. Hasta tal punto que a veces
somos incapaces de ver más allá de nosotros mismos, no nos damos cuenta de que
no estamos solos, ignoramos a quienes están a nuestro lado. Son momentos de
bajón en los que todos hemos caído alguna vez, quizás no se prolonguen en el
tiempo, pero en algún momento de nuestras vidas, seguro que nos hemos centrado
tanto en algo que nos preocupaba que olvidábamos que el resto del mundo seguía
existiendo.
El
final te deja sin palabras, con ese nudo en la garganta tan desagradable.
Pasado un buen rato, es cuando pude dejar que mis lágrimas corrieran sin más,
después de estar contenidas dentro de mí, como asimilando las sensaciones que
había vivido junto a Selma.
Así
son las emociones, y así son las películas que conmueven. Dancer in the dark, la última de una trilogía fílmica del director
Von Trier, trilogía llamada Corazón Dorado.
Sin haber visto las otras dos películas,
recomiendo esta en concreto por todos los motivos mencionados.
Verla,
sentir y después llorar si eso es lo que os provoca la gran Björk.
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