DULCE SUEÑO
Escribí
este relato después de pasar por primera vez por un quirófano. Es una extraña experiencia que describo ahora en mi blog.
-Cuenta desde cien hacia atrás, en voz alta. Piensa en cosas
agradables. Piensa en...
Respiré hondo y comencé a soñar.
Fundido en negro.
Frío, oscuridad, vacío. Luces blancas...Siento la inmensidad
de un océano desconocido, gaviotas revoloteando en mi alma, lágrimas. A lo
lejos, muy a lo lejos, oigo el murmullo de unas voces desconocidas.
Sueño irreal. Sueño extraño. Vacío y Luz. Luz y oscuridad.
Una inmensa soledad incapaz de ser descrita. Una paz solitaria que te aleja de
todo y que te hace darte cuenta de lo sutil de la vida.
Las estrellas brillaban en lo alto de un cielo negro.
Iluminaban mi alma, y me hacían sentir feliz conmigo misma. Como llena de una
energía que me hacía vibrar.
No estaba sola en aquella noche. En aquella playa totalmente
desierta. Unos ojos verdes que se me antojaban familiares me contemplaban
en silencio. Recorrían mi cuerpo, deseándolo como nunca. Con una fuerza
arrolladora, casi dolorosa. Besándolo con la mirada. No había palabras pero el
silencio decía tantas cosas...Era precioso. El tiempo se detuvo en aquella
irrealidad.
Respiración, caricias, miradas y estrellas fugaces.
Oscuridad. Hermosa oscuridad.
Paz, sal, arena, besos de mar, el sonido de las olas
chocando contra mis pies, el frescor del agua salada, su sonrisa tan
transparente como la lluvia...
Todo lo que cualquiera pudiera desear tener, el gesto más
simple, la sensación más hermosa y sincera.
Simple belleza.
Simple deseo saciado.
Simple surrealismo.
Todo se unió en aquel sueño artificial, forzado, pero
tan placentero que no quería que acabase.
No puedo recordar cuanto tiempo estuve soñando ni si
soñé o no exactamente. O solo sentí, sentí, sentí....a veces duele el alma de
tanto sentir.
De nuevo una luz. Cada vez más intensa y fuerte me arranca
de mi lugar, bruscamente.
Me despierto llorando en otra cama diferente, en otra sala.
Desnuda.
Una braguita improvisada con una gasa tapaba la herida. Y
sólo una sábana cubría el resto de mi cuerpo. Tomé poco a poco conciencia de
que mi pesadilla había terminado. Estaba viva. Estaba bien.
La anestesia me había dejado atontada y tardé
varias horas en reaccionar. Sentí la necesidad de salir corriendo, de llorar,
de reír, de gritar con todas mis fuerzas, pero la herida me dolía, no podía
hablar, ni siquiera moverme.
Postrada en aquella cama, una sonrisa se dibujó en mi cara.
Me sentí feliz de estar bien. Una sensación simple y plena. Era feliz
simplemente de estar viva. De imaginar todo lo que estaba en mi mano por
hacer, por vivir...Necesitaba vivir.
Abracé a mi familia como si hiciera años que no les
veía y me emocioné al verles a todos allí, esperándome con cara de alegría y
cansancio.
Siempre están. Siempre que realmente les necesito. Y por eso
seguí sonriendo.
Sentí dentro de mí que no quería volver a preocuparme
sin motivos, que cada gesto, cada sonrisa cuenta. Por suerte o desgracia, todo
puede terminar en un segundo. Y no quiero pasar lo que me queda de vida dudando
y teniendo miedo de todo. Hasta de abrirme a los demás o de enamorarme. Tengo
tanto que dar. Tantísimo que no es posible describirlo con palabras.
Me alegró volver a escuchar su voz. Sentí su presencia en
aquel quirófano. En medio de la soledad. De la nada.
Pude durante un segundo verme junto a él contemplando
el inmenso mar, escuchando las olas contra las rocas...
Sentí su presencia en aquel extraño, lento, irreal, etéreo y dulce sueño.
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